dimarts, 6 de juliol del 2010

Un veí de Mataró al front d'Aragó

Text cedit amablement per Vicente Casasús Granada, el meu pare.

Un vecino de Mataró, Oriol Llovet

A vueltas con la Memoria Histórica, a vueltas con tantos combatientes o detenidos en la retaguardia a los que se mató en combate o se asesinó en un cuneta y a quienes no se sabe dónde pudieron estar sus restos, quiero recordar a Oriol Llovet, combatiente republicano, que halló la muerte en combate y que posiblemente familiares o amigos, si lo llegaron a saber, en ningún momento pudieron acceder al lugar donde fue enterrado.

He encontrado su memoria en (De Ayerbe a la “Roja y Negra”: 127 Brigada Mixta de la 28 Divisió), una Edición de Autor de 1980 (Barcelona) en donde el teniente aragonés Pedro Torralba Coronas relata los acontecimientos que le tocó vivir en compañía de otros muchos y entre los que menciona a su amigo Oriol Llovet de Mataró y su trágica muerte.

Como es natural no nombra a Llovet de manera continua, y de hecho sólo lo hace extensamente en el momento que aconteció su muerte; pero a través de los acontecimientos que se narran, la vida de este hombre corre paralela a la del autor y se puede deducir o adivinar cuáles fueron los sucesos que les tocó vivir.

Parece ser que Oriol Llovet, militante de la CNT, llegó al Frente de Aragón desde Barbastro con grupos de obreros voluntarios catalanes al sector de la Sierra de Guara, donde el autor Torralba y otros grupos de jóvenes cenetistas se estaban organizando para cerrar el cerco a la ciudad Huesca en poder de los rebeldes. Oriol ya tenía experiencia en el combate. Había desembarcado en el fallido intento de reconquistar Mallorca en la columna Medrano y, a la vuelta, por su afiliación y simpatías anarquistas, se había trasladado voluntario al Frente de Aragón.

Allí, nos cuenta Torralba, "los compañeros catalanes ponían su mejor voluntad en la fabricación de bombas de mano y otros artefactos que a veces nos mandaban para experimentar"; estos hombres hicieron lo que pudieron para armar de manera más sólida el escaso material del que se disponía. Les enseñaron a fabricar bombas de mano caseras con pólvora y gasolina, a lanzarlas de la manera más adecuada y eficaz.

Muchos de ellos, a pesar de que habían demostrado dotes de mando y capacidad en la lucha (nos sigue contando Torralba), cuando la República decidió asimilar en el ejército regular a los milicianos que sostenían aquel frente, se negaron a uniformarse y, más todavía, a colocarse galones y estrellas de mando que entendían que los desacreditaban en sus ideas. Algunos, de cierta edad, que no habían sido llamados a filas, sino que habían llegado voluntariamente, volvieron a sus fábricas; otros, como dice el autor, se negaron a tener mando y otros se quedaron en las condiciones que ordenaba la República. Oriol Llovet y el autor fueron algunos de estos últimos. También explica que ambos fueron invitados a dar un mitin de la CNT como representantes de las Juventudes Libertarias de la <>en Barcelona , 1937.
Después de muchas vicisitudes, escaramuzas y batallas y la pérdida de Teruel incluida, la 127 Brigada se encuentra en la loma de Castelfrío, cerca del lecho del río Alfambra, atrincherados en unos trescientos metros cuadrados de cumbre. El enemigo se acerca… dejemos que se explique el autor:
"La toma de contacto de los atacantes con las unidades de nuestra Brigada fue ruda y sangrienta, pero nuestra gente aguantó los asaltos feroces del enemigo sin ceder ni un palmo de terreno. Los dos tanques que nos protegían tuvieron una brillante y afortunada actuación, obligando a los tanques enemigos, mucho más numerosos, a replegarse y recular hasta fuera del alcance de nuestros tiros; nuestros dos antitanques secundaron y defendieron muy bien a los blindados y a nuestra infantería." (p. 216)
Sin embargo, el siguiente ataque, 2 de mayo de 1938, realizado por el enemigo y donde halló la muerte Oriol Llovet, fue más mortífero y eficaz. Tal como lo cuenta Torralba, aquella loma de Castelfrío tiene un costado más abrupto donde las tanquetas italianas enemigas, lanzadas al ataque, tenían dificultades para subir, sus maniobras eran lentas y los combatientes republicanos apostados en la pendiente, en los agujeros hechos por bombardeos anteriores o entre las piedras, les salieron al paso con granadas de mano y, dejadas caer por la mirilla, inutilizaron a varias y abortaron el ataque por aquel costado.

No pasó lo mismo por el lado opuesto que defendía la compañía de Oriol Llovet. El talud de subida era muy suave, casi llano, y las tanquetas maniobraban con facilidad y se dirigían como flechas en dirección a las trincheras republicanas. La suerte estaba echada para aquellos combatientes que mantenían la posición con fusiles y granadas de mano.
Nos dice el autor:
"Otro de nuestros hombres que quiso enfrentarse a los tanques, con igual o parecida valentía que los ya mencionados, fue nuestro amigo y compañero Oriol Llovet, entonces comisario de la tercera compañía del segundo batallón. Oriol Llovet, cuando los tanques se acercaban al parapeto en el que se encontraba con otros compañeros, salió cargado con una mochila llena de bombas de mano, y su amigo y paisano Verges, quiso retenerlo viendo que iba a derecho a la muerte, pero no lo consiguió; Oriol, sin querer escuchar los consejos de su compañero, salió a campo raso y uno de los tanquistas le segó la vida con los disparos de la ametralladora y cayó muerto como tantos y tantos otros de los nuestros aquel día." (p. 218)
Valgan pues esta últimas palabras como homenaje y recuerdo a un vecino de Mataró.
Mataró, 2010

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